La temperatura a la que arden los libros

Ayer me desperté en la madrugada, seguramente a muchos, en alguna ocasión les debe haber sucedo algo similar. Tenía un hambre atroz, de hecho me inclino a pensar que el ruido que generaba mi estómago fue el causante de mi abrupto despertar. Tardé algunos minutos en decidir si bajaba a la cocina o ignoraba la necesidad de saciar mi apetito. Decidí hacerle caso a mi instinto de sobrevivencia y bajé, recorrí las escalera adormitado y trastabillando casi escalón por escalón.

Al llegar a la cocina, revisé la alacena, el refrigerador, los cajones y efectivamente había regulares cosas interesantes para comer, pero ninguna al menos en ese momento coqueteaba con mi hambre. Opté por tomar un par de galletas, de esas saladitas, un vaso con agua templada y caminé hacia el estudio casi por inercia, sin sentido y con todas las ganas de no hacer nada.


Estaba por llevarme a la boca la primera galleta cuando en la esquina de mi librero algo llamó mi atención, era rojo como se supone es el mismo infierno, con una franja negra y unas letras que describían su título, FAHRENHEIT 451. Estaba a un costado de crónicas marcianas y poco más a la derecha el laberinto de Lemnos del Maestro Silverberg, no dude ni un segundo, asenté la galleta a un costado y tomé el libro, -mmm el olor a recuerdos, fantasías y el goce por disfrutar de la imaginación-, un libro que tenía ya algunos años de haber leído. El título hace referencia a la temperatura con la que el papel de los libros se inflama, 451 grados fahrenheit.

El único libro considerado por el propio Bradbury como de ciencia ficción, el decía que escribía fantasía. Comencé a leer estrepitosamente el libro y los recuerdos comenzaron a fluir, una obra maravillosa y que hoy en día parece ser una analogía fiel de nuestra realidad. Montag el personaje principal de esta historia, un bombero cuya misión era quemar los libros, ya que según el gobierno, leer les impedía ser felices. Al leer, los hombres empiezan a ser diferentes, cuando deben ser iguales, objetivo primordial del gobierno, el cual vela porque los ciudadanos sean felices y así no cuestionen sus acciones, -cualquier parecido con nuestra actual realidad es pura coincidencia-.

Conforme fui avanzando en la historia recordé a la esposa de Montag, interesada sólo en ver televisión, vi al propio Montag con su colección secreta de libros escondidos, fruto de su curiosidad.

Sin darme cuenta llevaba medio libro leído, con seguridad mi lectura era mucho más rápida porque conocía la historia muy bien y en ocasiones algunas hojas traían imágenes claras y completas del escenario que se estaba viviendo en ese momento, logré ver las lágrimas emanadas de los ojos de una de las amigas de Mildred, la esposa de Montag, ocasionadas por la lectura de un poema de uno de sus libros escondidos de Montag, esto sólo era el reflejo de una sociedad fría, ignorante e incapaz de dar cariño.

Los minutos y las horas pasaron, la última hoja había llegado a mis manos, había sido todo. Me levante del sillón en el que sin darme cuenta había estado un par de horas, totalmente satisfecho tomé el vaso con agua y las galletas, las miré fijamente y me pregunté ¿No qué tenías hambre?.

Ray Bradbury tiene 90 años, es famoso por su memoria clara respecto de algunos hechos de la vida. En una entrevista para el Clarín dijo: «Tengo una memoria infalible. Recuerdo mi nacimiento. Me acuerdo de cuando estaba en el vientre, cuando estaba adentro. Salir fue fantástico».

Gracias Sr. Bradbury, por esta exquisita y satisfactoria desvelada.

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